Mucho se ha expresado en los últimos 3 meses sobre la relación o impacto de la pandemia
ocasionada por el virus SARS-CoV-2 con el ambiente. Así, se evidenció que la merma en la actividad
humana, especialmente en la movilidad, ha mejorado la calidad del aire y las emisiones de gases de
efecto invernadero han disminuido desde el comienzo de la crisis de COVID-19. En cambio, el
impacto de la reducción de la actividad y movilidad humana en procesos de la degradación de la
tierra no es tan fácil de observar, ya que sus evidencias necesitan de tiempos más prolongados. Así
como los procesos de degradación de la tierra y la desertificación (salvo situaciones como puede ser
un desprendimiento, incendio, inundación, etc.) no se desencadenan de manera inmediata, las
acciones antrópicas que conducen a dichos procesos (con excepciones como la deforestación, los
incendios intencionales o contaminaciones puntuales) tampoco tienen impacto en el plazo
inmediato. En ese sentido, no pueden observarse ni evaluarse impactos sobre el suelo, la erosión,
la biodiversidad, la pérdida de fertilidad, la salinización y otros muchos procesos en el tiempo
transcurrido desde el inicio de la pandemia. Pero no cabe duda de los otros múltiples impactos del
COVID-19 sobre los pobladores rurales que interactúan con el ambiente para vivir y producir, los
cuales sí vieron afectados sus medios de subsistencia.
Se debe considerar que las poblaciones rurales, y más aún en las tierras secas, son de por sí
vulnerables y más sensibles al impacto de cualquier evento extraordinario.
A nivel global, los expertos de la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación
han reconocido que la degradación de las tierras aumenta la vulnerabilidad económica y ecológica
ante estas situaciones. Así como también atenta contra la seguridad alimentaria y acceso al agua de
vital importancia ante crisis sanitarias.
El Observatorio Nacional de la Degradación de Tierras y Desertificación (ONDTyD) está conformado
por una red de 20 Sitios Piloto (SP) distribuidos en diferentes ecorregiones del país como se observa
en la figura 1. En estos sitios, los equipos coordinadores pertenecientes a diversas instituciones
nacionales y provinciales mantienen una estrecha relación con la población local, por lo cual se
convierten en informantes clave en territorio para poder conocer el impacto actual de la pandemia
y de la principal medida de prevención de los contagios implementada, el Aislamiento Social
Preventivo Obligatorio (ASPO) tanto en el ambiente que los rodea, como en sus medios de vida,
comunicaciones y otros aspectos.
A tal fin, se estructuró una encuesta dirigida a los equipos de trabajo de los SP para relevar la
información en colaboración con los productores, pobladores y otros informantes locales, sin los
cuales hubiese sido imposible la elaboración de este documento. Es importante destacar que las
respuestas representan informaciones cualitativas en la mayoría de los casos y en algunos temas se
trata de percepciones de los entrevistados.

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